Para Wanda, Sophie y Michel
Toda bruja es rara, pero a esa no le cabía comparación. Cara de bruja tenía. Nariz empinada, ojos de fuego y cabello erizado. La boca... ocultaba una lengua tan larga que vivía enroscada. Difícil era entender lo que ella hablaba. En las orejas, tenía un tapón. Escuchaba con el corazón. ¡Esdrújula!
Casa no precisaba. Vivía revolviendo la tierra, volando entre las nubes, buceando en aguas profundas y cruzando relámpagos. Se metía en la vida ajena inventando soluciones, pero como no cocinaba, ¡no preparaba pociones...! ¿Lo puedes creer?
Tenía unos dedos tan largos que parecían unas agujas. Cuando pinchaba un cuerpo, hacía salir un montón de burbujas. Debía ser el tal veneno... Eso cuando no provocaba viejos gases que tronaban revolviendo en la gente vísceras e ideas gallardas. ¡Que asco!
Mas un día esa bruja tan apuesta y embustera se cayó de la escoba...
Como siempre, buscando confusión, se metió en una pelea en un taller de aparición. Se burlaron de ella porque no tenía un calderón. Quedó tan enfadada que usó hechizo nuevo nunca antes ensayado transformando a los presentes en osos, macacos y serpientes. Salió bufando descontrolada arrastrando su escoba por los aires y anunció en las páginas del cielo con estrellas combinadas que buscaba un chef cocinero para enseñarle todos los secretos del fogón.
Mas el tiempo se arrastraba y no aparecía nada...
Mientras estaba buceando un día en un océano turbulento, vio pasar un cocinero revestido de algas claras, nadando tranquilo en la corriente. Tenía un bolso escondido con algunas especies raras debajo de un caracol que usaba en la cabeza. Y unos ojos azul calmante que miraban muy distantes.
¡La bruja se quedó sin aire delante de aquella rareza! Y si no fuera por sus poderes, hubiera muerto ahogada en su propia naturaleza. ¡Bien hecho!
Empleó una voz suave para llamar la atención, pero el guapo cocinero solo estaba interesado en su nueva creación: Sopa de erizo con saliva de tiburón. Una entrada exuberante para una fiesta muy importante.
La bruja intentó de todo. Hasta bailó un tango con la escoba en el medio de un cardumen de salmón, pero el sabio cocinero continuó su trabajo sin ninguna hesitación.
Finalmente ya cansada, fue a dormir en tierra firme al lado de un cantero de especias. Hizo una cama de ruda y manzanilla y esperó que llegara el día.
¡Y no resulta que otra vez el cocinero apareció! Parecía que el destino quería jugar con aquella bruja que de todo ya vivió.
El galante maestre guisandero eligió unas cuantas hierbas mientras silbaba una vieja canción francesa que nadie más recordaba. La bruja deslumbrada lo acompañó con su voz más afinada y así, finalmente, el cocinero cruzó su mirada. Fue pasión, no tengo duda. De esas que muerden y matan. Y trazando otros caminos, llevaron en el mismo equipaje sueños, secretos y coraje.
Después de raras aventuras buscaron vida abrigada y en la cabaña inventada tenían cama, colchón y almohada. Ollas de todo tamaño, platos, cuchillos y algunos paños. Y un montón de invitados venidos de todos lados queriendo probar un bocado.
La bruja nunca aprendió a revolver el calderón. Ni siquiera prepara una simple poción. Pero eso no le importa ni una cuchara. Lo hace su “xuxu” amado con un poco de magia que ella misma le enseñara. Una permuta más que justa para quien sabe ser bruja.
¡De una bruja y un cocinero tengan todos mucho cuidado! ¡No abusen de la comida ni de los dedos afilados! Entre una sopa y un guisado, entre un pescado y un flambeado, alguien sale hechizado. Y si la luna envidiosa roba el brillo de las estrellas desfilando toda llena, ponte rápido las botas y prepara una infusión para luchar contra el erizo de esa dupla de listos.
¡Ya vi gente convirtiéndose en animal, gato jugar con león y hasta oreja humana hirviendo en el calderón! ¡Que dupla, che!
Y ahora gente mía ellos tiene una cría! Sangre y veneno mesclados. Será bruja ó cocinera la niña placentera?
Yo diría una hada rara de esas con imaginación que va soplar muchas leyendas en burbujas de jabón...
AL/2009
Tradución: Diana Gamarnik